No pido tanto. Sólo verte aparecer por la puerta con esa
sonrisa y vengas y me comas la boca. Que me des un beso de buenas noches o una
noche de buenos besos. Verte y no tener que arrepentirme de lo tonto que fui
cuando te dejé ir. Un “te quiero” cada noche, un “buenos días” o un “suerte con
los exámenes tonto”. Solo quiero comerte, devorarte, acariciarte, tocarte,
sentirte cerca, muy cerca, tan cerca que hasta el aire tenga envidia.
Susurrarte al oído que te quiero y que nunca más te dejaré ir. Una foto, un
simple recuerdo que me recuerde que todo esto no está solo en mi imaginación.
Brindo por nuestras dudas, por nuestras cagadas, por
nuestros miedos, nuestros fracasos, nuestras decisiones equivocadas que nos
apartaron uno del otro, nuestras discusiones, nuestros meses sin hablar, las
personas que nos separaros, los amores del pasado, y sobre todo, los del
futuro. Brindo por nosotros, por ti y por mí, porque aunque quizás nunca leas
esto, es una declaración de intenciones: voy a por ti, a piñón fijo, sin pausas
y no importa cuantos obstáculos haya, vamos a estar juntos.
Sé que hay algo en ti, lo he visto en el brillo de tus ojos.
Y aunque te empeñes en verme como amigo, en irte con otros idiotas que te
prometen el cielo que yo podría darte, sé que en el fondo sabes que soy lo
mejor y que algún día (solo espero que no sea demasiado tarde) vendrás a por mí.
Eres increíble, y sí, creo que te necesito. No tardes, por
favor.
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