Otra vez a un puto paso, a un puto empujón. Tanto tiempo
entre el sí y el no, acercándonos poco a poco al sí para que al final nos
saliera no. Estábamos tan cerca, solo sobraba el miedo, porque lo reconozco, estábamos
aterrados como dos kamikazes que preparan su última noche juntos. Con pánico de
que todo se nos quedara grande, de que fuera demasiado intenso, lo más intenso
que nunca hemos vivido. Sí, con miedo, pero juntos, ¿y acaso importa algo más?
Creo que estoy empezando a obsesionarme con tu risa, con tu
puta y preciosa sonrisa, con el café de tus ojos, con tus mensajes inesperados
por Whatsapp, con tus cambios de ánimo cuando estás con la regla e incluso con
tus pequeños defectos.
A diez centímetros de rozar tu boca, otra vez, como aquella
noche de San Isidro, como aquella vez que sentí que tenías que ser mía, que
movería cielo y tierra para estar contigo. Y ya me ves, solo, moviendo el
diccionario y el teclado para intentar sacar algo de polvo a todo lo que hay en
mi cabeza. Solo, como cuando tú te fuiste con la mierda hasta el cuello y con
un único objetivo: tú.
Rendirse no es una opción: si no tardas mucho te espero toda
la vida. “Los dos le damos vueltas pero siempre sale cruz.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario